La motricidad en los niños con autismo, tema importante de conocer para realizar las intervenciones y ayudas pertinente para los niños. Las personas con autismo tienen dificultades en la función motora gruesa (la que implica grandes movimientos de brazos, piernas, torso o pies) y en la coordinación motora, el funcionamiento coordinado de diferentes músculos, articulaciones y huesos. En niños con autismo se han observado alteraciones en los hitos del desarrollo motor (a qué edad gatea, a qué edad da los primeros pasos), hipotonía (bajo tono muscular), rigidez muscular, acinesia (falta o pérdida del movimiento), bradicinesia (lentitud de los movimientos voluntarios asociada a una disminución de los movimientos automáticos, como el braceo al caminar), alteraciones en el control de la postura y marcha anómala.
Las habilidades motoras gruesas, los niños con autismo suelen estar, de media, medio año por detrás de sus compañeros. Aunque esta fase del desarrollo motor no depende del contexto social, hay que recordar que normalmente se domina a base de observar a otros e imitar lo que están haciendo. También pueden tener que ver con una menor capacidad de atención, menores habilidades para el juego, o un exceso de sensibilidad táctil y otras aversiones.
En relación a la hipotonía, un niño con ese bajo tono muscular suele estar como “blandito”, siempre apoyándose en algo y a menudo siendo incapaz de mantenerse erguido durante un tiempo prolongado. Cosas como sentarse o recoger un objeto del suelo dan la impresión de que le cuestan más que a otros niños y pueden producirse problemas de equilibrio, torpeza, caídas frecuentes, dificultades para estar con sus compañeros, se cansa fácilmente o cualquier tarea sencilla parece que le requiere más esfuerzo que a los demás.
La rigidez muscular genera la sensación de que el niño está tenso, al tocarle se nota esa rigidez característica, pero es más rara en los niños con autismo que la hipotonía. Es importante realizar ejercicios para fortalecer estas áreas y ayudar al niño a tener control de su cuerpo.
La motricidad fina permite a los seres humanos hacer movimientos pequeños y precisos. Es compleja y exige la participación de muchas áreas del cerebro que se relacionan con la coordinación de funciones neurológicas, esqueléticas y musculares. El desarrollo de la motricidad fina, mejora el control de la motricidad gruesa y se desarrolla a medida que el sistema neurológico madura. Un desarrollo de la motricidad fina es el resultado de los logros alcanzados por los niños en el dominio de cosas como el movimiento fino de pies y manos, y la orientación espacial.
La motricidad gruesa es nuestra capacidad para mover los músculos del cuerpo de forma coordinada y mantener el equilibrio, además de la agilidad, fuerza y velocidad necesaria en cada caso. Hace referencia a los movimientos amplios que engloban varios grupos musculares como el control de cabeza, la sedestación, girar sobre sí mismo, gatear, mantenerse de pie, caminar, saltar, etc.
La evolución del área motora sigue dos leyes psicofisiológicas fundamentales: Céfalo-caudal (desde la cabeza hacia los pies) y próximo-distal (desde el eje central del cuerpo hacia las extremidades). Esto supone que las bases principales del desarrollo motor se asentarán sobre la motricidad gruesa y, posteriormente, podrán evolucionar hacia el desarrollo de la motricidad fina.
Aunque los tiempos de adquisición de los distintos hitos evolutivos son individuales y dependen en gran medida de las características biológicas y ambientales de cada persona, podemos establecer diferentes fases en el desarrollo motor:
- De 0 a 3 meses: Puede girar la cabeza de un lado a otro, y comienza a levantarla, empezando a sostenerse por los antebrazos.
- De 3 a 6 meses: En esta etapa empieza a girar su cuerpo.
- De 6 a 9 meses: Se sienta independientemente y se inicia en el gateo.
- De 9 a 12 meses: Empieza a gatear para moverse y comienza a trepar.
- De 12 a 18 meses: Comienza a dar sus primeros pasos y a agacharse.
- De 18 a 24 meses: Puede bajar escaleras con ayuda y lanzar pelotas.
- De 2 a 3 años: Corre y esquiva obstáculos. Empieza a saltar y caer sobre los dos pies.
- De 3 a 4 años: Es capaz de balancearse sobre un pie y salta desde objetos estables, como por ejemplo escalones.
- De 4 a 5 años: Da vueltas sobre sí mismo y puede mantener el equilibrio sobre un pie.
- 5 años y más: El equilibrio entra en su fase más importante y se adquiere total autonomía motora.
El desarrollo de la motricidad gruesa en la etapa infantil es de vital importancia para la exploración, el descubrimiento del entorno, la autoestima, la confianza en sí mismo y resulta determinante para el correcto funcionamiento de la psicomotricidad fina más adelante.
En relación a esto, los últimos datos sobre neuroaprendizaje aportan importantes conclusiones sobre la influencia del desarrollo motor en las dificultades atencionales y de aprendizaje. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la importancia del gateo. Mediante el acto de gatear, los niños y niñas desarrollan habilidades visoespaciales, experiencias táctiles, integración bilateral, orientación, adquieren la lateralidad y el patrón cruzado estableciendo importantes conexiones entre los hemisferios cerebrales, además de estimular el sistema vestibular y propioceptivo. Todos estos aspectos resultan primordiales para el desarrollo de las funciones cognitivas y se encuentran especialmente relacionados entre sí en un momento concreto: la adquisición de la lectoescritura.
Por: Dra. Lyliana Rivera Ed.D, CBT, NLPM, REBT
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