13/11/2025
Dra. Lyliana Rivera Tirado

La evidencia científica muestra que la salud mental en jóvenes con trastorno del espectro autista (TEA) no es un “extra” clínico, sino un eje central de su desarrollo y calidad de vida. Estudios longitudinales recientes indican que los jóvenes autistas presentan consistentemente más síntomas de ansiedad y depresión que otros jóvenes con necesidades educativas especiales, y que estas dificultades se mantienen o aumentan en la adolescencia. Los estudios señalan que la depresión puede ser hasta 2–4 veces más frecuente en personas autistas, y que la comorbilidad con ansiedad supera con facilidad el 40–50 %. Estos problemas se ven amplificados por factores típicos del desarrollo adolescente (búsqueda de identidad, presión social) que interactúan con desafíos propios del TEA (sensibilidad sensorial, dificultades de comunicación, “camuflaje” social y fatiga social).
La literatura reciente es contundente: las personas autistas presentan un riesgo de muerte por suicidio hasta ocho veces mayor que la población no autista. En jóvenes, revisiones sistemáticas estiman que aproximadamente 1 de cada 4 ha tenido ideación suicida y alrededor de un 8 % ha intentado suicidarse. Los factores de riesgo más descritos incluyen: depresión y ansiedad no tratadas, experiencias de acoso escolar, rechazo social, dificultades para expresar el malestar (“alexitimia”), y falta de apoyos ajustados.
A pesar de la alta necesidad, las familias reportan grandes dificultades para acceder a servicios de salud mental especializados en autismo: listas de espera largas, falta de profesionales formados en TEA, entornos clínicos sensorialmente abrumadores y “sobrediagnosticación” del autismo que invisibiliza la depresión o la ansiedad (diagnostic overshadowing). La transición de servicios pediátricos a servicios de adultos es un momento especialmente crítico: muchos jóvenes con TEA e incapacidad intelectual o comorbilidades psiquiátricas pierden continuidad de tratamiento justo cuando el riesgo de crisis emocionales y suicidas aumenta.
Desde una perspectiva psicosocial, la salud mental de jóvenes con TEA se ve modelada por el entorno: experiencias de inclusión escolar, ajustes razonables, acceso a redes de apoyo entre pares, validación de la neurodiversidad y capacitación de docentes y cuidadores en detección temprana de malestar emocional. La investigación destaca que la combinación de apoyos estructurados, relaciones significativas y servicios de salud mental especializados actúa como factor protector frente a la depresión y el suicidio.
La evidencia actual muestra que la salud mental en jóvenes con TEA es un punto de alta vulnerabilidad pero también un área de oportunidad: cuando se combinan entornos inclusivos, detección temprana, intervenciones adaptadas y reducción de barreras de acceso, se reduce el riesgo de ansiedad, depresión y suicidio, mejorando de forma significativa la calidad de vida y la autonomía de estos jóvenes.
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Referencias
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Hervás, A. (2023). Autismo y depresión: presentación clínica, evaluación y tratamiento. Medicina (Buenos Aires), 83 (Supl. II), 37-42.
Nieto, C., et al. (2022). Trastornos del espectro del autismo y condiciones asociadas: salud mental y física. Revista AEPyNA, 415.
Suárez, M. P. F. (2019). Salud mental e intervenciones para padres de niños con trastorno del espectro autista: una revista narrativa. Revista de Psicología.
Zúñiga, A. H. (2019). Los trastornos del espectro autista (TEA): presentación clínica de la comorbilidad en salud mental. Pediatría Integral, XXIV(6), 325.


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